La enfermedad de Parkinson es un trastorno neurodegenerativo progresivo que afecta a millones de personas en todo el mundo. Esta enfermedad se produce cuando mueren algunas células nerviosas o neuronas concretas que producen una sustancia química llamada «dopamina». La dopamina se encarga de enviar señales a las neuronas y, por tanto, estas muertes celulares afectan al sistema nervioso central y provocan la incapacidad del organismo para coordinar los movimientos adecuadamente. Casi el 1% de la población mundial, es decir, más de 10 millones de personas en todo el mundo, están afectadas por esta grave enfermedad. Aunque los signos de la enfermedad de Parkinson se desarrollan lentamente causando temblores leves de manos, brazos y piernas, con el tiempo los síntomas progresan a estadios avanzados que se caracterizan por la pérdida lenta y permanente de la movilidad y el deterioro de la coordinación del cuerpo. La sustancia química «dopamina» es esencial para la rapidez de los movimientos corporales, el equilibrio, la coordinación y el control muscular. Menos dopamina implica un mal funcionamiento o la muerte de las neuronas de las células cerebrales y la incapacidad de enviar mensajes al cerebro para moverse, comer, andar, hablar o realizar cualquier tarea sencilla. La enfermedad de Parkinson, en palabras sencillas, es una pérdida progresiva del control muscular debida a niveles bajos de dopamina en las células cerebrales. La bradicinesia (lentitud de movimientos), la inestabilidad postural, la rigidez corporal y los temblores en reposo son las consecuencias más comunes que se observan en los pacientes.